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Carnestolendas

Ya ha llegado la Cuaresma. Tiempo litúrgico que avecina la primavera con los primeros brotes de azahar y las golondrinas volando muy bajo. Pero aquellas que decían nuestros nombres…

Como suelo escribir a “fiesta” pasada, tenía que dedicar algunas líneas al carnaval. Pero al carnaval de verdad, como carnestolendas de calle, de siempre, de corazón y de ruina. Del que nos quita mucho más de lo que nos da y nos da más de lo que perdemos. No podía dejarlo pasar desapercibido entre nubes de serpentinas que se esfumaron. Como aquí no hay carnaval, por más que lo intenten, he querido dejar al final una copla de cosecha propia que solamente tendría sentido cantarlo aquí. Haya concurso de coplas o no. No está la cosa para ir barriendo por ahí fuera.

La cuestión es: ¿por qué no hay carnaval en Sevilla? Vamos a dar un paso atrás en la historia. Es cierto que nunca fue una festividad que tuviera tanto arraigo como la Semana Santa o la Feria, pero hasta los años treinta del siglo pasado se podía hablar de una fiesta que se celebraba con su cabalgata, bailes de máscaras y comparsas, ya que hay testimonio escrito de ello. De todas maneras, hasta su prohibición, ese carnaval que existía en nuestra ciudad era muy diferente al que hoy podemos contemplar en nuestra provincia o en el resto de Andalucía. La mayor diferencia estaba en las distinciones de clase, las clases altas se agolpaban con sus máscaras y trajes de gala en los salones de sociedad tras sus paseos en carruajes, mientras que las clases populares lo celebraban en lugares más modestos y llevando sus juergas por la calles. Todo esto viene estupendamente explicado en el libro “Los carnavales y la murga sevillana de los años 30” de Don José Aguilar. Lectura que recomiendo encarecidamente.

El carnaval en Sevilla siempre ha tenido en contra la prensa local y el calendario. Es decir, las fiestas anteriores y posteriores le hacen un sándwich. Aunque nada es incompatible… El sevillano puede emocionarse con un pasodoble en las escalerillas del Salvador y, al mes siguiente, disfrutar como un niño, viendo salir la Borriquita. Como ocurre en otras tantas ciudades y nadie se escandaliza por ello.

La raíz va más allá y enfrentar unos gustos con otros es un error. La cuestión es que en Sevilla no cuajan las ideas carnestolendas porque no le conviene a un sector exquisito. Nada que ver con el calendario litúrgico. Hay ciertos sevillanos que lo tachan de fiesta hortera, pero lo dicen conjugando cinturón con tirantes. Además de dejar sin existencias a “Giorgi” ¡qué buen tipo chiquillo! El argumento de estos sevillanos, que van disfrazados todo el año, casi siempre se basa en decir que nunca hubo una letra de carnaval dedicada a nuestra Híspalis, Pero se les pasa cuando escuchan que, ya en 1905, Los Anticuarios cantaron el tanguillo: Con el sombrero en la mano como persona de diplomacia, al gran pueblo sevillano…

Como decía, a muchos no les conviene que haya carnaval. Como decía un coplero este año en el teatro Falla de Cádiz: ¡que esto lo ve mucha gente! Si el ingenio del sevillano se lleva a una fiesta por las calles que le vieron nacer y no se quedara en el bar, o, como ocurre en estos últimos años, en las redes sociales... Al gobernante de la derecha no le conviene que su pueblo tenga dos lunas de vino y libertad. Aunque él tenga en exceso, de lo anterior, todo menos las lunas. Y si las tiene se esconde para no transformarse del todo en lobo o loba. Tampoco le conviene al poderoso que está sentado a la izquierda, vaya a ser que lo desenmascaren. Como esta gente digan algo serio de Merca-Sevilla y se cachondeen de las vallas… En fin, no conviene despertar a una fiesta dormida que ya le dieron la estocada cuando más falta hacía. Para qué quieren esta gente una “Trianá” si pueden ir al Fibes a escuchar a los que, con toda la razón y lógica, le cantan a su Tacita.

Esto es una ciudad seria y elegante. Tenemos que mirar para arriba del mapa, nunca para abajo. Tenemos que enjaular al que nos visita en un rascacielos precioso e invitarlo a tomar tapitas de diseño en el “Barranco Nou”. Porque eso es cultura, lo otro no. Vaya a ser que algún turista nos tache de chovinista por cantarle un piropo a la Giralda o vaya a ser que se asuste al llegar a la Alameda y verla nevada de serpentinas… Vaya a ser que algún sevillano de bien se asuste al ver la Alameda como siempre fue, con sus murgas incordiando y un tablao donde la gente se agolpa para ver al tieso de Manué. Que aquí no hay máscaras ni pasacalles. Esto es lo que hay y el que quiera que se vaya a Cai, que aquí lo que fue o pudo ser ya terminó para siempre. ¡Abajo el telón!

 

Mi barrio es un gato en un patinillo

Y el humo de un puchero nublando sus calles.

Con un cartel colgado de prohibido el cante,

Sin chiquillos en las plazas que pena me da.

Mi barrio es un atrezo para una zarzuela.

Mi barrio es un bar para turistas

Donde se bebe el vino a trago largo,

Donde a los mayores las palomas les mendigan…

Una campana que llama a guardar los borregos,

La guitarra y los oles, los oles y los ruedos.

Te quise como a nadie y ya no te recuerdo

Que en noches como estas hasta te echo de menos.

He cambiado la cerveza por el té de las cinco

Deja la luz del puente por si una noche volviera a verte…

Mi viejo barrio de vieja sangre,

Sangre de un Cristo que mira para el cielo para no ver el hambre

Mi viejo río, ay, mis viejos barcos,

Callecitas que no dan más que sombras de naranjos.

Solo me siento y desconsolado, que esa bata de cola siempre fue tu perder.

El perder a tus hijos, perder hasta la Fe.

Será que aún te quiero y yo lo exagero

O serán estos vientos, pero yo no te miento,

Es que así te estoy viendo… viendo desde el extranjero.

 

 

 

Alejandro Arcas Orozco

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